domingo, 17 de abril de 2011

Complejo Industrial «La Alcaparra» en Montoro (Córdoba)







      

            Este complejo agroindustrial tuvo su origen en la compra que realizó D. Diego Pérez Campanario de una finca sita en Montoro denominada «La Alcaparra» en los años 1930, en la cual existía ya un molino aceitero. Posteriormente, a partir del molino preexistente, comienza a crecer en forma de estructura fabril, llegando a estar formada por edificios de oficinas, naves que albergaban la almazara, extractora, refinería y envasadora, laboratorio, almacenes y pabellones residenciales. Por su ubicación, la distribución del aceite se llevaba a cabo con una flota de 34 vehículos propios.
            El 16 de julio de 1972 fallece su fundador, cuando la empresa atraviesa un largo periodo de solidez económica, rentabilidad y prestigio. En septiembre de ese mismo año se hacen cargo de las instalaciones sus herederos, Juan Luis, Diego Luis, Fernando Javier y Concepción Clara, marginando de la dirección empresarial a los hijos ilegítimos del fallecido, los cuales habían colaborado con él en la gestión del negocio desde la fundación de la sociedad «Aceites y Derivados Campanario, S.A.».
En 1973 comienza la irresponsabilidad en la gestión, reducción de plantilla, descapitalización, etc. Continuando este proceso de deterioro hasta 1979 con abandono de parte de las instalaciones, incumplimiento de pedidos, cambios continuos en la gerencia de la empresa, hechos que culminan en 1981 con la paralización total de la industria, falta en el pago de los salarios, etc.
            En cuanto a su arquitectura, presenta una composición de estilo racionalista con un cierto carácter derivado del Movimiento Moderno en el cual se reutilizan materiales locales de la zona, como son la cal y la piedra molinar. Su diseño fue realizado por un arquitecto anónimo, apareciendo en el inventario de arquitectura moderna ARCH XX. Predominan los edificios con esqueleto de hormigón armado y de un aspecto colosal, generalmente de tres a seis plantas, en forma de cuerpos geométricos que presentan superficies planas revestidas exteriormente y pintadas bajo colores locales. Asimismo, se observa una tendencia por las fachadas desornamentadas, heredada de las premisas racionalistas aparecidas durante la II República Española (años 1930). Así, las fachadas están materializadas mediante paramentos enfoscados con revoco de cal y pintados en color blanco, donde el recurso ornamental se reduce al empleo de elementos con un cromatismo rojizo a base de recercados, molduras o contrafuertes, lo que proporcionaba una solución económica y, al mismo tiempo, resolvía bastante bien los problemas de mantenimiento periódico y aislamiento térmico. Los vanos presentan casi todos ellos un recercado de color rojizo y, en ventanas, una disposición predominantemente horizontal con un acristalamiento fijo dividido en cuadrículas de madera, destacando los de tipo oval en los muros piñones de las edificaciones tipo nave. En todos los edificios se observan contrafuertes verticales, generalmente imitando a la piedra molinar, en las intersecciones de los paramentos y, en algunos casos, molduras horizontales del mismo tipo que marcan las divisiones entre pisos. Las cubiertas inclinadas están construidas utilizando celosías metálicas y empleando a la teja cerámica como material de cobertura, aunque también existen cubiertas planas que funcionaron como auténticas azoteas de libre paso.
            Una cuestión aparte es el colosal edificio destinado a oficinas, de seis plantas, el cual aparece a la entrada del complejo. Destaca por su zócalo realizado en piedra molinar con argamasa, por su decorativo ladrillo a cara vista y por su gran verticalidad. Su fachada se resuelve mediante la creación de una retícula ortogonal, resaltada por una alternancia de vanos con cuadrículas de ladrillo visto, ambas de iguales dimensiones, que pueden observarse a simple vista. En cada una de sus filas y columnas se repite la misma disposición: la primera y última celda son ventanas, las inmediatas a ellas son rectángulos verticales de ladrillo visto y así sucesivamente estos elementos se alternan entre las celdas intermedias. De esta forma, las fachadas largas quedan con seis ventanas y las cortas con tres. El edificio presenta tres cuerpos bien diferenciados: uno central de mayor volumen del cual salen anexos otras dos estructuras, una más elevada y otra más baja respecto al cuerpo principal.
            La recepción de las aceitunas se realizaba en tolvas de mampostería hormigonada con toberas en el fondo y rociadores de agua direccionales, que trasladaban las aceitunas por arrastre directo a través de canales soterrados y, a su vez, servían para limpiarla de hojas, piedras, etc. De aquí llegaban a los cuatro molinos de martillo, situados en la azotea del edificio destinado a la producción de aceites. La pasta oleosa continuaba su camino hacia el termo-batidor horizontal de tubos calientes, para pasar seguidamente a la etapa del prensado, llevada a cabo por 19 prensas de las marcas Ruperto Heaton y Marzola con cuerpo de bombas independientes.
            En los años 1963-1964 se instalaron 24 extractores Alfin de los que se obtenía aceite de primera prensada o de extracción en frío. El interior del extractor ALFIN sufría una rotación muy lenta, donde las aceitunas eran empujadas mediante un movimiento de vaivén hacia las lengüetas metálicas localizadas en las paredes del mismo. Después de 30 a 40 minutos, las masas agotadas se volcaban a través de unas ranuras dispuestas en el frontal hacia el exterior, donde unos sinfines las conducían al termo-batidor y de ahí a las prensas.
            En la nave de extracción del aceite de orujo se distinguen dos zonas: la de extracción propiamente dicha, donde van instalados nueve extractores Ruperto Heaton con puertas de carga y descarga, un piso de maniobra en el nivel superior de la maquinaria (cabeza de extracción) y una tolva situada por encima de cada extractor. En la zona de secado se ubican dos secadores. Los vapores generados, que salen del ciclón de secado por su parte más alta mediante un conducto invertido, desembocan en la chimenea industrial junto con los humos de las dos calderas Babcook & Wilcox. El orujo seco, que sale por la parte más baja del ciclón de secado, se vierte sobre un transportador de cinta para luego ser subido por un elevador de cangilones hasta la parte alta de la nave, donde cae en la tolva de carga situada en el exterior.
            El edificio destinado a la refinería es de tres plantas y la refinación del aceite era de tipo química y discontinua, es decir, cada etapa tenía lugar en cada una de las plantas. En el piso más elevado comenzaba el proceso de la neutralización con sosa caústica, separándose posteriormente las pastas que se formaban. Una vez neutralizado el aceite, se decolora con tierras y/o carbón activo, depositado en tolva adyacente al decolorador.  En esta época no empleaban todavía la winterización, por lo que del decolorador el aceite pasaba al filtro-prensa situado en la segunda planta y de ahí al desodorizador. Tanto los decoloradores como los desodorizadores se encontraban en una entreplanta de estructura metálica. Cada desodorizador tiene un filtro de vacío y la salida de vapores se dirigía hacia un depósito de expansión para después pasar a un condensador barométrico. Posteriormente, el aceite se descargaba en unos depósitos situados en la segunda planta, justo debajo de cada uno de los desodorizadores. En la primera planta de la refinería nos encontramos con depósitos de hormigón armado de sección rectangular para el almacenamiento del aceite ya refinado. En resumen, la maquinaria básica de la que constaba la refinería era la siguiente: 4 neutralizadores, 8 centrífugas, 8 decantadores, 4 decoloradores, 4 filtros-prensa, 4 desodorizadores, 1 enfriador, etc. También, nos encontramos en la segunda planta de la refinería con una envasadora dispuesta en L y equipada con trenes de llenado para cristal, plástico y enlatado. Disponía además de una recuperadora de aceite, marca La Girondine, para las botellas de vidrio recicladas.
Autora: LÓPEZ GÁLVEZ, M. Yolanda (2010). "El aceite de oliva y sus complejos industriales en la provincia de Córdoba". Universidad de Córdoba.

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